La selección argentina va de menos a más en Qatar Y por qué el futuro es un solo partido: el próximo
Da alegría ver jugar a un equipo a quien el miedo le da seguridad. Este equipo después de la derrota con Arabia Saudita tuvo miedo a la historia. Y se afianzó en la historia para superar el trance. No hay que tenerle miedo a la palabra miedo.
La satisfacción es un sentimiento distinto a la alegría, partiendo de la premisa que el hincha puede estar alegre porque su equipo ganó, pero le encuentra reparos a su actuación. El clásico “menos mal que ganamos, pero…”. Está feliz porque su equipo ganó, pero está esperando que le dé una satisfacción con el juego. No es el caso de esta Selección después de haberla visto frente a Polonia, toda vez que ganó porque jugó bien. Entonces hay alegría y satisfacción.
Pero no solo estamos felices, que es una sensación fugaz y sobre todo en el fútbol, porque pasamos de ronda o ganamos la zona. Vimos unos pibes bárbaros, vimos unos chicos de un futuro extraordinario que van renovando la continuidad de la esperanza en esta Selección. Por nombrar dos casos: Enzo Fernández y Julián Álvarez (gracias River por la usina de los grandes talentos que le das a las selecciones nacionales desde siempre). Y en ese contexto de juventud queda afirmada la imagen sólida de las tres líneas. Una defensa de un timing para marcar como hacía mucho tiempo no veíamos, digamos desde un Passarella, desde un Ruggeri. Romero y Otamendi ganaron en la altura a Lewandowski y Zielinski y ganaron por lo bajo a todos los intentos de los volantes polacos las pocas veces que intentaron incursionar en campo argentino. Tanto es así que ni pisaron el área. De la misma manera que solo vi bajar un centro al Dibu Martínez. Es que desde los dos marcadores centrales, Polonia quedó con un campo de acción hasta sus tres cuartos. Y los marcadores de punta, Molina y Acuña fueron prácticamente volantes ofensivos que obligaron a que Polonia se defendiera con nueve en su propia área. Haber recuperado la dinámica de De Paul para iniciar y devolver y tener estas promesas que son Fernández, Mac Allister, no pueden menos que dejar la importancia de resultado a un lado y pensar en el futuro. Y en el futuro está Messi que siempre tendrá algo mágico con qué aparecer, habilitar, sorprender, devolver o llegar. Y está Ángel Di María para 45 minutos fundamentales, para el desborde, la gambeta y la pared (qué lindo hubiera sido ese gol olímpico, ¿no?)
A Messi, el arquero Szczesny le atajó un penal que no fue penal. Y que pone de manifiesto el peligro de arbitrajes tecnológicos sin sentido de la situación. Un arquero que salta con lo alto de su brazo a alejar un balón que cae llovido en el área tiene natural facultad de tocar alguna parte del cuerpo del adversario que disputa con él. El arquero polaco, la mejor figura de su equipo a lo largo del partido, saltó perpendicular a bajar un centro y tocó leve e involuntariamente el rostro de Messi. Esto que hoy nos favoreció, mañana podría perjudicarnos, tal como ocurrió con uno de los goles de Lautaro Martínez frente a Arabia Saudita. No está mal lo que perjudica a la Argentina, sino que está mal aquello que perjudica al fútbol. Y nosotros no necesitamos que nos regalen penales. Preferiríamos que no nos cobren penales inexistentes.
Los campeones, salvo pocas excepciones, siempre van de menos a más, pero se concentran en el compromiso que viene y no en la proyección de los partidos a jugar. Hay un solo partido para jugar y es contra Australia. Si se le ganare a Australia -que llegó hasta aquí por el penal malogrado por el peruano Advíncula- podremos pensar en lo que viene. No hablemos de Países Bajos, Estados Unidos o Senegal. De aquí hasta el sábado hablemos sólo de Australia. Y cuando ese partido marque el crecimiento esperado entonces hablaremos de los cuartos de final, sabiendo que nuestro equipo está para los siete partidos que habrán de jugar los cuatro mejores seleccionados del mundo.